Kamala Harris se convertirá este jueves en la primera mujer afroamericana y la primera persona de origen sudasiático en hacerse con la nominación de uno de los grandes partidos de Estados Unidos, lo hará después de que los demócratas la hayan descrito como mujer fuerte, una guerrera de la «libertad» y la «alegría» capaz de vencer al expresidente y candidato republicano, Donald Trump.
La trayectoria de Harris, de 59 años, ha estado marcada por las primeras veces: Fue la primera fiscal de distrito negra y la primera mujer en ejercer como fiscal general en California; la primera indio-estadounidense en llegar al Senado y la primera mujer en la Vicepresidencia de Estados Unidos.
Harris, sin embargo, insiste en presentarse a estas elecciones como el «underdog» y ha optado por no poner en primera línea el carácter histórico que tendría su eventual llegada a la Casa Blanca, en contraste con la campaña de Hillary Clinton en 2016.
En su biografía, «Las verdades que sostenemos», Harris explica que prefiere describirse a sí misma simplemente como «una estadounidense», y asegura que siempre se ha sentido cómoda con su identidad como mujer de raza mixta, que ahora Trump utiliza para poner en duda que sea lo suficientemente afroamericana.
Su nombre, que los republicanos fingen no saber pronunciar para atacarla, significa «flor de loto», un tipo de planta que crece bajo el agua y solo emerge a la superficie cuando sus raíces están bien plantadas en el fondo.
Nacida el 20 de octubre de 1964 en Oakland (California), es la hija mayor de la pareja de inmigrantes Shyamala Gopalan, una investigadora contra el cáncer de la India, y Donald Harris, un economista de Jamaica, quienes se divorciaron cuando ella tenía siete años.
Su madre, fallecida en 2009, fue una figura central en su vida y la persona a quien acudió en un momento que marcó su futuro profesional y personal.
Durante su adolescencia, su mejor amiga del instituto le confesó haber sido víctima de abuso sexual por parte de su padrastro. Ante esta terrible situación, Harris no dudó en llamar por teléfono a su madre, su confidente, para hacer los arreglos necesarios y que su amiga pudiera mudarse a vivir con ellas.
Ese incidente despertó la vocación de Harris, quien entonces decidió que se dedicaría a proteger a las víctimas de cualquier crimen. Entre 2004 y 2011 fue fiscal de distrito en San Francisco y entre ese último año y 2017 ejerció como fiscal general de California.
En 2016 logró un escaño en el Senado y rápidamente se destacó por sus preguntas incisivas a miembros del Gobierno de Donald Trump (2017-2021), así como a dos jueces nominados por él para el Tribunal Supremo, entre ellos Brett Kavanaugh, acusado de abusos sexuales.
En 2020 se lanzó para competir por la nominación presidencial demócrata, pero tuvo dificultades para definir sus propuestas y algunos votantes consideraron que no era lo suficientemente auténtica. El presidente estadounidense, Joe Biden, acabó siendo el candidato del partido y la eligió para la Vicepresidencia.
Ya en la Casa Blanca, Harris apenas pudo brillar y ha sido etiquetada como una comunicadora mediocre y una jefa con la que es difícil trabajar. Biden le encargó atajar las «causas raíces» de la migración en Centroamérica, un tema «maldito» en la política de Estados Unidos que lleva décadas sin solución.
Como parte de esa labor viajó a Guatemala, donde protagonizó uno de sus momentos más controvertidos al decirle a los migrantes que intentan entrar en Estados Unidos: «No vengan», en lo que fue interpretado como unas palabras carentes de empatía.
Enseguida, Harris buscó huir de ese tema y comenzó a ampliar su agenda con iniciativas para abordar la epidemia de violencia armada en Estados Unidos.
No obstante, fue en la defensa del derecho al aborto donde finalmente encontró su voz. Harris se convirtió en la portavoz principal de la Administración sobre este tema, canalizando la indignación que millones de mujeres sintieron cuando la Corte Suprema anuló en 2022 la protección federal del derecho al aborto.
Tras la decisión de Biden de poner fin a su campaña, Harris construyó rápidamente su campaña presidencial en torno al concepto de libertad: libertad para que las mujeres decidan sobre sus cuerpos y libertad para que cada estadounidense aspire a una vida mejor.
Con la canción ‘Freedom’ de Beyoncé como himno, Harris ha recorrido el país con el lema «no retrocederemos». Su mensaje central plantea que Estados Unidos debe elegir entre dos visiones: un país marcado por el «caos», el «miedo» y el «odio» de Trump, o uno de «libertad» y «esperanza».
En la convención demócrata en Chicago, que empezó el pasado lunes, donde Harris aceptará la nominación esta noche, el expresidente Barack Obama la ha presentado como la sucesora del movimiento de la «esperanza» que lo llevó a la Casa Blanca en 2008.
Doug Emhoff, esposo de Harris, la ha descrito como una «guerrera alegre», elogiando su risa franca, un rasgo que Trump ha intentado usar en su contra.
Esta noche, Harris subirá al escenario de la convención para definirse a sí misma, con todos sus matices.
Fuente: EFE